miércoles, 29 de agosto de 2007

TQSCC: Videojuegos

Segunda parte de Temas que Salvan Cualquier Conversación, esta vez sobre el apasionante mundo de los videojuegos.

"A veces algunos se olvidan de que lo importante de un videojuego no es "video" si no "juego""

Soy un varón de 21 años, de clase media, con un tiempo considerable de ocio. Esto hace que, en un porcentaje bastante alto, y como pasa en la realidad, pueda ser otro de los millones de jugones (ya sea en la plataforma que sea) que hay en el mundo. Estoy justo en la edad de haberme criado con los grandes clásicos de las consolas y del PC, sin ser demasiado mayor para que alguno me tache de perder el tiempo en chorradas. Mis amigos, en su mayoría, entran dentro de ese perfil, lo que, en ocasiones, no es tan maravilloso como se pueda esperar.

Si, compartir algo con tus amigos es perfecto y delicioso. No sería humano si pensará lo contrario. Disfruto a menudo de conversaciones multitudinarias a dos, tres, cinco, diez... bandas sobre cuando va a salir el videojuego tal, o si tal consola es mejor que la otra, o si fulanito se ha comprado de segunda mano tal joya del arte videojueguil. En pequeñas dosis, se convierte en un tema más que interesante para rellenar una conversación muerta e, incluso, en ocasiones, sirve de canalizador para sacar a relucir alguna otra cuestión digna de charla. Sin embargo, a grandes dosis...

Me estoy cansando de hablar de videojuegos. No es que me canse de decir que Metal Gear Solid o Resident Evil son obras maestras, ni de imaginar crossovers imposibles, risibles y absurdos entre Jefe Maestro y Samus Aran. No, para nada. Lo que me cansa es la guerra de las consolas, formatos, precios y demás aspectos económico-técnicos que, desde hace meses e incluso años, se han convertido en auténticos caballos de batalla de más de una compañía y, por efecto domino, de sus fans (o fanáticos, según los argumentos que relucen en dichas conversaciones).

Que si tal consola es la única opción posible para un buen comprador porque gasta una tarjeta gráfica gargántuesca que enseña hasta los poros de la piel de un pigmeo a kilómetros. Que si la otra es mejor porque le robó la licencia de tal saga mítica a la otra tras un truculento paso por una tercera. Que si no se que genio videoconsolero (para ser genio de este mundillo sólo hacen falta tres cosas: haber programado algo de hace más de 10 años, haber triunfado con algún videojuego y ser la put*, cara o barata, de alguna compañía con ganas de lucir sus galones) apoya a tal consola porque, en su objetiva y nada interesada opinión, es la mejor cosa que ha visto en su vida durante ese mes (al siguiente, dios o dolar dirá).

Yo, declarado nintendero desde la época de la NES, me posiciono fuera de una guerra que ya tiene demasiados bandos. Antes era sencillo: Nintendero o Segafan. Que no te gustaba el fontanero, te ibas con el erizo. Ahora la cosa se divide en: Sonyers, los actuales reyes del cotarro, en horas bajas y que defienden una consola destroza sueldos a capa y espada; Nintenderos, luchadores por una jugabilidad diferente a bajo coste, (aunque eso implique pasar de los gráficos) con el objetivo de volver al trono perdido; los Peceros, clásicos, donde su dependencia de la potencia va tan en aumento como el número de teclas del teclado que tienen que usar y re-usar en sus juegos; y los más recientes, los Boxers (termino acuñado por mi socio Salva), antiguos enemigos de Bill Gates, reencontrados con este gracias a unas cuantas armaduras de combate, muchos cargadores de balas y una consola que pesa como un muerto.

Día tras día, en una guerra sin cuartel ni sentido, miles de aficionados pierden la dignidad y alguna cosa más en un vano intento de integrarse en un grupo sectario con la esperanza de poder decir que pertenecen al lado ganador en la cara de otro ser igual de sectario pero en bandos distintos. Tengo la suerte de que no todos mis amigos y conocidos son así... la mayor parte del tiempo. Yo, gracias a dios, sólo participó en las mencionadas batallas como mero espectador y, en ocasiones, hostigador de piques sin sentido, por el simple placer de sonreír con provocado.

En fin... resumiendo. Sigo siendo un consolero y eso no va a cambiar. Sólo que estoy algo cansado de que, a veces, algunos se olviden de que lo importante de un videojuego no es "video", si no "juego". Creo que las discusiones sobre videojuegos, las buenas, deberían de ser como las de cine. Si te gusta el cine, no te paras solamente en los efectos especiales o en el sonido. Esperas que el resultado final sea lo verdaderamente destacable. Como la vida misma...

1 comentario:

Enrique Corrales dijo...

¡Muy bien dicho! La verdad es que Kojima está ido de la olla @_@