
"Esto me recuerda a ese capítulo de Los Simpsons donde..." ¿Quién no ha dicho eso alguna vez? Las gracias y chistes de la familia favorita de América han sido usados por todos nosotros en más de una ocasión para revivir conversaciones más muertas que vivas, con o sin justificación alguna. ¿Y por qué esa obsesión en emular cuando no se nos ocurre nada a Homer, Marge, Bart, Lisa, Maggie y el resto de habitantes de Springfield? Sencillo, porque son como nosotros.
Todos podemos decir que conocemos a un Homer, un Moe o un Barney. Más de una vez nos hemos imaginado a gente destacada como el Sr. Burns, el Jefe Wiggum o el Alcalde Quimby. Estamos rodeados de "Springfieldianos", para bien o para mal, porque son un reflejo de lo que somos (para los madrileños, esto no es Telemadrid y menos el blog de Sanchez Dragó... Uff... que escalofrío...).
Volviendo a los temas de conversación, con Los Simpsons funciona una de las grandes reglas del universo: contra más fans y cervezas hayan en un mismo habitáculo, más gracia hacen los chistes de Los Simpsons. Es automático. Tienes alcohol en las venas, no sabes de que hablar y, si no salen grandes perlas de la humanidad sobre p*llas, c*ños y demás referencias del maravilloso arte del sexo, lo primero que salen son chorradas de Los Simpsons (o de Padre de Familia, pero sobre eso hablamos en otro post). O alguno se pone a emular a Homer "El Vagabundo" entonando un "Mamá se llevó las pilas..." o se lía a imitar a Ralph Wiggum o Ned Flanders con de todo menos acierto o suelta la frasecilla que empezaba este tema.
Sea como sea, Los Simpsons, a punto de estrenar película y sin demasiados síntomas de agotamiento en cuanto a audiencias, que no a guiones, siguen estando en nuestras conversaciones, como salvavidas de incómodos silencios. No vaya a ser que nos quedemos con un "D'oh" en la boca...
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